2020 ¿AÑO PARA OLVIDAR?

De ninguna manera. Aún cuando pensemos que ha sido un año disruptivo y de cambios abruptos, no es un año para olvidar. El 2020 ha sido un año de aprendizaje continuo, en lo personal, en lo social y en lo laboral. Nos ha sacudido de nuestra zona de confort y nos ha obligado a replantearnos la manera cómo estábamos viviendo, bajo que valores y premisas. Nos ha enfrentado a la reconversión laboral, tanto de la manera de hacer y quehacer de las empresas como la de estar de los empleados.

Nos ha demostrado que es posible simplificarnos la vida, redefinir el desempeño y ejercicio del trabajo buscando hacerlo más ágil y en compaginación con el ámbito familiar y personal. Nos ha enfrentado a la relatividad de las cosas, a que no estamos en control de casi nada, sólo de nosotros mismos. Que por mucho que se planifique puede haber imprevistos que nos obligan a repensar dónde estamos parados, a dónde queremos llegar y cómo.

Claro que todos estos cambios, personales, sociales, implican un cambio en la modalidad de consumo, muchas empresas cerrarán (si no cerraron) sus puertas en caso que no se hayan reciclado y cambiado su modelo de negocios. Pero también implica –con el home office- mayor control de cada uno en la consecución de los objetivos para establecer los límites casa-trabajo.

Ha generado un liderazgo más comprometido y más receptivo al otro, siendo más un acompañamiento que un listado de instrucciones. Ha acelerado la valoración de la empresa en la que trabajamos y la conservación de nuestros puestos de trabajo evitando aventuras riesgosas.

Ha promovido el emprendimiento, sobre todo de jóvenes con visión muy actualizada de la tecnología, unida al conocimiento y a la creatividad, por lo que se han desarrollado nuevos negocios con una manera diferente de hacer las cosas. Y a eso hemos tenido que adaptarnos, lo que nos habla de la versatilidad de los seres humanos frente a los cambios.

2020 no es un año para olvidar. Es el año del cambio total de paradigmas, del equilibrio trabajo-familia, el año de la sacudida en todos los entornos que nos ha llevado a “movernos” a situarnos en dónde realmente queremos estar y cómo queremos estar. Ha sido un año de aprendizaje, un antes y un después y un recuerdo permanente que el hoy es lo que tenemos. Que ese hoy diseña nuestro futuro pero que no siempre tenemos el control y lo imprevisto puede seguir sacudiéndonos. Para usar una expresión muy manida: lo constante es el cambio.

Que el 2021 capitalice los aprendizajes del 2020.